martes, 24 de marzo de 2009

El sombrero de copa

¡Maldita luz!

Entra un rayo de sol por la ventana, maldito rayo de sol...

¡No!

No soy un vampiro, si es eso lo que piensan. Solo soy un pobre hombre encerrado en una habitación, con tan solo 4 libros fantasiosos que me acompañan. Conversando con sonidos clásicos... ¿cómo se llamaba? ¡Ah! si... Mozart... Otro genio desgraciado, enterrado en una fosa común por abundante miseria, enriqueciendo a personajes en vida y que sigue haciéndolo una vez muerto.

En mi caso, no podría decir que la vida fue injusta conmigo. No obstante, la falsedad de la sociedad en mi rostro se ilustra. La sociedad, ella y solo ella ha sido la injusta con la vida misma. Comprendo la confusión de mis letras, yo mismo escribo confundido, no entiendo exactamente que fue lo que ocurrió, pues mis recuerdos, la gran mayoría ya no se alojan en mi cerebro.

Puedo empezar por...

Aquel día que hace comenzar la semana, si, un Lunes por la tarde apunto de salir del trabajo. Un periódico modesto pero bastante leído en la ciudad y que a mi personalmente me llenaba de felicidad, pero eso si, requería gran parte de mi tiempo.

Cada tarde después del trabajo me esperaba mi dulce hogar con mi querida esposa. No obstante ese día algo hizo cambiar la rutina, pensé que tan solo por ese día, pero me equivoqué...

Entró por la puerta de la redacción, un hombre trajeado, con zapatos que parecían hechos a medida igual que su traje negro, con un bigote largo y puntiagudo, pero lo que más me llamó la atención fue su sombrero de copa, bien alto y de una piel más brillante que su reloj de bolsillo, que sin duda alguna era de oro macizo.

Yo me disponía a salir en el mismo momento que él entraba, en ese mismo instante nuestras miradas se cruzaron. Tuve una sensación de malicia siniestra, desagradable, preocupante... ¡Bah! Poco podía preocuparme a mi, creía yo. Sin inquietud alguna seguí mi camino, ese hombre tan solo iría para hablar de algún artículo favorable para su empresa. Habitualmente teníamos visitas de gente adinerada que solicitaba, o mejor dicho exigían al dueño del periódico una visión adecuada para su persona.

Satisfecho de mi jornada y entusiasmado en ver a mi esposa, entré en mi acomodada morada, donde allí sentada en un sillón junto a la chimenea estaba ella, esperándome con impaciencia, como todos los días de mi vida. Anabel era una mujer hermosa de cabellos largos y de rizos definidos, tan negros como el carbón abrillantado. Sus ojos nada tenían que envidiar de su sonrisa, cosa que parecía imposible. Cuando me miraba automáticamente me conquistaba, cuando me sonreía simplemente me hechizaba.

Dediqué el resto de la tarde exclusivamente a ella, la llevé a cenar a un restaurante de comida italiana bastante prestigioso, famoso por sus deliciosas y creativas obras de arte culinarias. Después fuimos al estreno de una obra de teatro local, sencilla y de poco renombre, pero sin duda con mucha y cualitativa creatividad. Finalmente volvimos a nuestra casa y compartimos nuestro lecho matrimonial.

Ella era lo mejor de mi maravillosa vida, podría decirse que lo tenía todo aunque eso pronto iba a cambiar. ¿Cómo me lo iba yo a imaginar?

Desperté a las 7 de la mañana como cada día, se que hay personas que esto les molesta, sin embargo para mi no significaba ningún esfuerzo. A mi lado tenía a una mujer que además de preciosa era maravillosa, normalmente me tomaba mi café con pastas junto a ella, pero ese día quise desayunar en una cafetería cercana a la redacción. De vez en cuando me gustaba tomarme un café y escuchar los comentarios de la gente sobre las noticias que yo mismo ordenaba y seleccionaba.

Una vez terminada mi taza, fui directo a la redacción y cuando llegué decidido a entrar en mi despacho como cada día, mi sorpresa fue tal que me quedé unos segundos inmóvil, desconcertado y confuso. En la puerta, en lugar de estar escrito mi nombre había otro; “Tomás Duch”

Mis compañeros me lanzaban miradas de pena y consuelo, uno de ellos se me acercó, me dio un apretón de manos y una palmada en la espalda al tiempo que me dijo: “Lo siento Federico, te echaremos de menos”.

No lo entendía, no daba crédito a esas palabras. ¡Que demonios significaba eso!

¿Estáis todos locos? – Grité, como si de una broma de mal gusto se tratara.

Pero no era una broma, los comentarios y los murmullos delataban la cruda verdad. ¡Me habían despedido!

¿Pero por qué?– Pregunté casi con un susurro. Pero nadie contestaba...

¡Que alguien me diga de una maldita vez qué demonios ocurre aquí! – Grité como nunca antes lo había hecho. Hasta ese momento no supe que significaba la palabra desespero, ni en que consistía enojarse.

El dueño del periódico salió de su despacho, sus palabras fueron las más duras de mi vida.

Hola Federico, siento decirte esto... – comenzó diciendo. – Verás, el señor Druch es desde ahora en adelante el nuevo director del periódico. Quería decírtelo antes, pero no me ha sido posible contactar contigo.

No lo podía creer...

Pero... ¿Quién es Tomás Druch?– Pregunté vacilante – ¿por qué le da usted mi puesto? ¡Yo realicé el primer ejemplar de este periódico! ¡Este periódico es mas mío que suyo! - Grité desesperadamente de nuevo.

Este periódico no ha llegado a nada ni lo hará nunca, siempre hemos tenido un presupuesto ajustado.

Ahora, con el Sr. Druch a la cabeza, y su generosa inversión, este periódico llegará donde tu nunca habrías podido llevarlo.

Venga, si te hago un favor, esto es una oportunidad para ti y para éste periódico. Ahora dispones de libertad, mas tiempo para estar con tu esposa y también de encontrar un nuevo trabajo. Y nosotros... por fin llegaremos a la cumbre”.
Dicho esto, me guió hacia dentro de lo que había sido mi vida, mi despacho. Allí, encima de mi mesa había una caja con todas mis pertenencias, se habían tomado la libertad de preparármela ellos mismos. Pero mi estupefacta reacción fue cuando identifiqué a la persona que me había robado parte de mi ser. Era el hombre del sombrero de copa.

Él, con la misma mirada maléfica y escalofriante con la que me inquietó hacia apenas veinticuatro horas, me sonrió. Yo sin poder decir palabra alguna, anonadado, recogí mis cosas y me fui.

Caminaba por las calles iluminadas de un sol radiante, tuve la sensación que ese debía ser un día gris que reflejara toda la tristeza que yo sentía, pero en cambio todo mi alrededor parecía bastante alegre. Me sentía como si caminara a contratiempo, cargando a cuestas una caja de cartón llena de pertenencias y experiencias vividas. No entendía que demonios había pasado, pero lo que más me preocupaba en ese instante era la reacción que iba a tener mi amada. Sin saber exactamente que decir, decidí ir directo a casa y explicar lo ocurrido, esperando comprensión y algo de cariño.

Anabel no se lo tomó nada bien, juraría que casi discutimos a pesar de que ni siquiera sabía que era eso. Durante el resto de la mañana estuvimos distantes, incluso a la hora de la comida apenas pronunciamos palabra y esto era algo inédito, normalmente cuando llegaba a casa temprano para compartir la comida siempre teníamos muchas cosas que contarnos, aunque estas fueran irrelevantes. Pero esa vez, por vez primera apenas nos dirigimos una palabra el uno al otro.

Finalmente le dije:

Tranquila, esto no es el fin del mundo. Siendo director de un periódico no me costará encontrar otro empleo – le dije en tono tranquilizador – lo importante es que estemos los dos juntos y tiremos adelante.
Autoconvencido de mis palabras, salí a la calle decidido a encontrar un trabajo. Yo era alguien acostumbrado a las facilidades, por eso las constantes negativas se me hacían muy duras. Estuve toda la tarde de empresa en empresa, redacciones e imprentas la gran mayoría. Fue tal mi desespero que incluso entré al local del zapatero aludido por el cartel de la puerta; “Se precisa aprendiz”. Esa fue la negativa más dura de la tarde, la que me hizo tirar la toalla y entrar a la primera posada cochambrosa que encontré. Pensé; “ todos matan las penas con alchol, a ver si esto funciona conmigo”.

Sentado en la barra con un vaso de wischy barato, no podía dejar de pensar en ese amargo día. Pero lo que más zumbaba mi cerebro eran las duras palabras, jactantes y burlonas del zapatero:

¿Y tu señorito quieres ser zapatero? ¡Mirate! No serías capaz ni de cortar un trozo de piel. ¡Fuera, no me hagas perder mas el tiempo”

Perdone, ¿es usted el director del “Prado”? – me dijo un caballero impidiendo el paso a mis malos pensamientos – Compro su periódico cada mañana, me parece muy interesante, de los mejores de esta ciudad.
Por un instante, hizo que volviera en mi el orgullo y la autoestima. No obstante, desapareció en el acto al tener que responder con la cabeza gacha:

Lo era amigo, lo era... me han despedido esta mañana. ¿La única explicación? Alguien con mejores recursos económicos me ha suplantado –. Contesté yo, empezando a divagar.

¡Oh, vamos! Eso no es posible... francamente, “Prado” es el que me alienta a continuar tirando con mi revista.

En ese momento, mi mente se anticipó a lo que éste hombre estaba apunto de proponerme. Claro que no era exactamente lo que yo esperaba.

Tengo una idea – dijo. – ¿Por qué no trabaja en mi redacción? No es una revista muy grande pero es algo con lo que ir haciendo. Además, me vendría muy bien alguien con su experiencia como redactor.

Redactor...

El director de uno de los mejores periódicos de la ciudad convertido en un simple redactor en una pequeña revista acabada de nacer...

¿Que demonios? Estaba desesperado, acababa de mendigar al zapatero un puesto de aprendiz. Lo acepté.

Al llegar a casa le conté a mi esposa lo más parecido a una buena noticia. Ella no mostró demasiado entusiasmo, pero de algún modo se alegró. Al fin y al cabo me acababan de despedir la misma mañana, conseguir un empleo en el mismo día no es cosa fácil.

Durante la cena, Anabel me contó que había visto a un hombre deambular por nuestro barrio. Al parecer buscaba un alojamiento por la zona. Según me iba hablando de él y dándome una descripción más exacta, en seguida me percaté de que ese era el mismo hombre que me había robado la dirección del periódico. No había duda alguna, traje negro, bigote definido, elegante... y por su puesto el sombrero de copa.

Durante los siguientes meses me dediqué a explotar todo mi potencial en aquel puesto de redactor, tenía la esperanza de que si la revista salía adelante podría ganarme una buena posición. Pero algo me preocupaba constantemente, el sombrero de copa... no podía quitármelo de la cabeza, ese sombrero y su maldito dueño. Solo me faltaba tenerlo de vecino, recé y recé para que eso no ocurriera, pero finalmente eso no fue necesario. Con mi mísero sueldo de redactor no pude mantener mi morada. Anabel y yo no tuvimos mas remedio que mudarnos a un piso mas pequeño y modesto.

Lo peor de todo, es que la única persona dispuesta a pagar algo por mi preciosa casa llena de deudas, fue la persona que meses atrás merodeaba por la zona. El señor del sombrero de copa estaba dispuesto a darme una suma escasamente generosa, a cambio de hacer frente a las deudas. Sin mas opción, me vi obligado a mal vender mi casa a la persona responsable de mi situación. Acepté.

Constantemente intentaba autoconvencerme de que eso no duraría por mucho tiempo. Además, pensé que el nivel de vida no podía significar tanto, “teniéndonos el uno a otro podemos continuar hacia adelante, pues el amor todo lo puede...”

Una tarde, cuando llegué a mi pequeño apartamento, estupefacto me quedé al cruzar el umbral de mi puerta. Allí estaba él, tomándose una copa de mi botella de whisky barato y sentado en mi cochambrosa butaca de piel desgastada. Con esa mirada maligna, penetrante y su risa demoníaca, el maldito caballero del sombrero de copa osaba, entrar en mi desgraciada casa.

¿Que demonios hace usted aquí? – Pregunté.

Por un instante, se me pasó por la cabeza la posibilidad de recuperar mi puesto de trabajo. Si, para eso estaba allí sentado, venía a concederme un nuevo puesto en el periódico. Podría recuperar mi casa, mi vida...

Estoy aquí, Federico, para solucionar tus problemas económicos – Me contestó.


¡Si, era eso! Tras esa malvada sonrisa se escondía un buen corazón, venía a compensar de alguna manera todo por lo que me había hecho pasar.

A partir de hoy – continuó diciendo – Tendrás una boca menos que alimentar. Justo lo necesario para alguien de tu nivel.

Dicho esto, entre carcajadas que parecían salir del inframundo, mi esposa Anabel salió de nuestra habitación con sus maletas hechas.

Simplemente me abandonó.


Después, tan solo puedo decir que mi único consuelo fue el whisky barato. Por las tardes después del trabajo, al que no ponía ningún entusiasmo, intentaba adquirir algún libro de segunda mano. Beber y leer era todo lo que podía hacer en ese lugar al que le llamaba hogar.

Llegó un momento en que la luz, sobretodo la del sol resplandeciente, no hacía mas que irritarme. Terminé tapando las ventanas con cualquier cosa que me sirviera, cartones, papeles, libros...

Ha día de hoy no soporto la luz, llevo dos semanas sin ir al trabajo, ni siquiera se si me han despedido. Mi único alimento es el alchol y poco más.

Escribir... solo eso para sentirme acompañado, ni siquiera la lectura me sacia. Solo pienso en escribir y no parar. Puedo describir cada segundo que pasa, puedo contar cada gota de sudor que resbala en mi frente, puedo recitar cada gota de agua que salpica el fregadero, puedo...

¡Maldita luz!

Entra por la ventana un maldito rayo de sol, ya no sé como taparla...

¡No!
¡No quiero ver la luz!

Me asusta, me desespera, me atrapa y se acerca...

¿Que es? ¿Quién es?

¡Maldita sea, entra por la ventana!

Oh si, ¡es él!

¡¡¡¡¡¡ES EL!!!!!!

El sombrero de copa... solo me queda la oscuridad y solo eso me quiere quitar.

Federico... ¡mírame! ¿Que ves?

¡Oh Dios mío! No puedo creerlo... ¡Soy yo! Me he robado la vida...


jueves, 10 de abril de 2008

El Retrato

Aproveché la ausencia de mis abuelos en curiosear  su mansión. Y tal vez estoy exagerando al llamarlo así, pero lo cierto es que es una finca bastante extensa y con una casa muy grande. Ha pertenecido a la familia de mi abuelo durante muchísimas generaciones. Yo desconocía la historia de la familia y parecía un misterio del que nadie me hablaba. No obstante, a mí tampoco me parecía muy interesante por lo que nunca insistía demasiado, pensaba que no había más que historias aburridas de negocios y enlaces matrimoniales por conveniencia.

Lo que sí me cautivaba y lo sigue haciendo, es el despacho de mi abuelo. Tiene una enorme biblioteca repleta de libros de distintas épocas, muchos heredados generación tras generación y otros muchos que él mismo ha recopilado con el paso del tiempo. Me consta que ha llegado a pagar fortunas por algunos ejemplares exclusivos. Todos esos libros y objetos antiguos denotan una vida de experiencias y enriquecimiento intelectual. Éste hombre cultivado no era precisamente un hombre de aventura y acción, pero sí alguien muy sabio repleto de conocimientos y cultura. Mi abuelo es un historiador y escritor muy reconocido. También ha financiado proyectos arqueológicos importantes e incluso a participado activamente en algunos de ellos. Además también ha ejercido como profesor en una universidad en la que creo que él mismo tuvo que ver en su formación. Gran parte de su vida la ha dedicado al estudio y la filantropía, pero sobretodo siempre ha dedicado tiempo a su familia, es decir a nosotros, por lo menos a mí desde que era bien pequeño, siempre me ha contado historia de la historia de manera muy interesante, como si fueran cuentos que yo siempre escuchaba entusiasmado. Ha compartido conmigo muchas experiencias personales de expediciones que hizo, me ha enseñado objetos extraños, contado curiosidades, etc. Siempre me ha inculcado un gran interés por las cosas que nos rodean y me ha sabido ilustrar, pero yo aspiro más a la historia inventada, y cuando sea mayor, me gustaría crearlas para que se vieran en el cine. Siempre he tenido muchísima imaginación.

Y por eso al verme sólo en el despacho de mí abuelo, decidí mover cada uno de los libros de aquella magnífica biblioteca, esperando encontrar una puerta secreta que me llevara... no sé a dónde, pero a algún lugar emocionante. Decidí empezar por los estantes de arriba, así que me subí por una de esas típicas escaleras de madera que hay en las bibliotecas antiguas. Me entró algo de vértigo al principio, pero ya estaba acostumbrado. Claro que no encontré ninguna sala secreta, ni siquiera lo esperaba realmente. Pero sí encontré algo. Estaba detrás de un libro en uno de los estantes más altos, me llamó especialmente la atención por el título; Treasure Island for Robert Louis Stevenson (La isla del tesoro por Robert Louis Stevenson). No era nada extraordinario para mí, conocía muy bien esa obra, no tanto por la literatura, pero si por diversas adaptaciones cinematográficas. Pero teniendo en cuenta que buscaba “aventura”, me pareció el más apropiado para ese fin. Además cabe destacar que parecía una edición muy antigua y por eso me llamó tanto la atención. Si no fuera porque sé que la primera publicación de dicha obra fue por entregas, pensaría que se trataba de una primera edición.

Entonces tal como mencionaba, detrás de este libro parecía haber algo envuelto en una tela marrón y envejecida. Se trataba de un diario viejo con las páginas amarillentas y tinta desgastada. 

Bajé de la escalera y me acomodé en uno de los butacones de piel. Creí reconocer la letra de mi abuelo, y aunque sé que no está bien, lo leí: 


jueves, 13 de marzo de 2008


EL CAMPANARIO

Caminaba por las calles de mi pueblo, el silencio sobrehumano existente a media noche, hacía sentirme libre de mis rutinas diarias. Por eso, todos los viernes salía a pasear cuando ya todos dormían . Dichas calles eran estrechas y los edificios de piedra. Paseándo entre ellas, podía escuchar como mis pasos se mezclaban en un intenso eco y entre una agradable calma nocturna.

En una de esas calles se encuentra el campanario, un edificio de algúna epoca muy antigua, creo que entre el siglo XVII y XIX. Yo solía sentarme en las escaleras que conducían a la puerta del edifício. Allí encontraba el silencio de la noche, un silencio profundo e ideal para meditar y escapar de la monotonía diária.
No hay mucho de que hablar sobre mi vida, mi trabajo consiste en estar todo el día en la recepción de un hospital. Y los fines de semana, los paso a solas en mi casa, o con mi moto visitando pueblos desconocidos.

No tengo familia, solo un gato y un loro, y se que parece extraño pero el gato nunca ha intentado atacarle. Mi madre falleció nada más acabar yo los estudios, desde entonces vivo solo con mis mascotas. He pensado muchas veces en formar una familia, o por lo menos tener algo parecido a una compañera sentimental, pero no se ha presentado la ocasión. Tal vez soy demasiado tímido.
Mientras pensaba e imaginaba mi vida de otra manera, sentado en las escaleras anteriormente comentadas, unos ligeros golpes interrumpiéron el silencio de la noche. Sonaban a mis espaldas, sincronizando con los segundos. Cada golpe sonaba más y más cerca. A los pocos segundos algo envistió suavemente contra mi espalda. Era una pelota de goma que había bajado botando desde la puerta del campanario, la cual estaba abierta. Eso era algo muy extraño, pues nunca antes lo había estado, y puedo asegurar que todos los viernes a esa misma hora, yo estaba allí, sentado ante la puerta.

No pude resistir la tentación a entrar, pues durante mucho tiempo sentí curiosidad por saber cómo era el edificio por dentro. Así pues, subí las escaleras bajo esa tela negra repleta de estrellas, que me arropaban en esa calurosa y agradable noche.
Paso a paso, subí esos escalones uno a uno, hasta llegar a la entrada de ese inquietante y familiar lugar, que en todas esas noches, fue la única compañía que me ayudaba a escapar de esa vida repetitiva y sin sentido.

Me planté ante la puerta, estaba abierta de par en par. Me quedé contemplando la entrada con la pelota en la mano. Entonces una ráfaga de viento poseyó la noche y cubrió mi cuerpo, las estrellas fueron cubiertas por grandes nubes, las cuales, tardaron segundos en hechar una fuerte lluvia de tempestad. El cambio de tiempo fué radical, ya que apenas unos segundos antes, la noche estaba completamente libre de nuves, y la temperatura era cálida.

No tube más remedio que entrar y refugiarme hasta que pasara la tormenta. El edificio parecía iluminado por velas y antorchas. Asi que una vez dentro, cerré la puerta para evitar que el viento apagara las llamas, no me apetecía quedarme a oscuras en un lugar desconocido e inquietante.

Me adentré en la sala, no era muy grande, aunque sí espaciosa. Tenia los elementos básicos de una iglésia, o mejor dicho, casi todos los elemntos básicos. Pues carecía de imágenes religiosas.

Caminaba por el pasillo central que dirigía al altar, contemplaba el lugar con mucha curiosidad, pero al mismo tiempo sentía una enorme inquietud. Tengo que reconocer que estaba asustado. Por mucho que llamara a quien pudiera encontrarse allí, nadie daba señales de vida, parecía que yo era el único hospedante en esa extraña iglésia.

Cuando llegué al altar, encontré un libro grande y con tapa de piél, parecía un típico libro con contenidos evangélicos, aunque solo me paré a leer la portada:

"Camina hacia tu vida"
"¿Qué vida?" pensé yo.

Dejé el libro y me dirigí a las escaleras que habían al fondo del altar, supuse que eran las escaleras que conducían al campanario. Mi intención era subir, sin embargo no lo hice decididamente, porqué el pasillo estaba completamente oscuro. Así que cogí uno de los candelabros del altar y subí por esas escaleras de caracol, sosteniendo el candelabro en una mano y la pelota en la otra.

Durante el trayecto, contemplé extraños cuadros que colgaban en las pareces, sus contenidos reflejaban imágenes de la vida que yo añoraba. Eran realmente extraños, dificil de describir, o mejor dicho, de entender. Era como si alguien hubiese extraído las imagenes de mi mente, y las hubiera retratado en óleo. La incertidumbre me hacechó, y el camino a la campana parecía no acabar nunca, así que pensé en dar media vuelta y salir de allí, dispuesto a someterme a la tormenta. Pero no lo hice, era tanta la curiosidad que sentía que nada podía hacerme cambiar de opinión.

Por fin llegué a lo alto de campanario. Me situé bajo la campana, me acerqué al ventanal y me asomé al exterior. Las vistas eran impresionantes, era tanto el bienestar que sentía que tardé en percatarme de algo. La tormenta había desaparecido, hacía apenas unos minutos que había empezado. Y lo mas extraño, lo que más me inquietó fue que no había rastro de ella.

Era imposible que el cielo estuviera lleno de estrellas, que en las calles no quedara rastro del agua que yo mismo había visto caer, la misma que me había empujado ha entrar en la supuesta iglésia.
Entonces, dispuesto ha abandonar inmediatamente aquel terrorífico y extraño lugar, la campana que estaba sobre mi, se iluminó desproporcionadamente. No comprendía cómo podía iluminarse de ese modo, aunque ya no podía comprender nada.

Comprobé las velas del candelabro que yo sostenía, pero era imposible que fueran las causantes de tremendo reflejo, y entonces me di cuenta, y el terror conquistó mi ser. Era la pelota de goma la que me había empujado hasta allí. Ahora ésta, desprendía una fuerte luz y cegadora. Me quedé inmóvil, y sin saber que hacer. Pocos segundos más tarde la campana comenzó a sonar, causándome fuertes zumbidos en mis oídos. Pero la campana estaba completamente inmóvil, no mostraba funcionamiénto alguno.

La pelota saltó de mi mano repentinamente con toda esa luz resplandeciénte. Flotando en el aire, lanzó fuertes rayos de luz contra mí. No me hicieron daño alguno, pero cubriéron todo mi cuerpo, y me hicieron flotar a mi también. El corazón me latió a mas velocidad de la que ya me latía.

Y todavía me pudo latir más, cuándo aquella luz, en contra de mi voluntad, me empujaba hacia la ventana apunto de arrojarme. Mi garganta soltó un fuerte grito pero de nada sirvió, yo ya estaba rompiendo el aire, dirigiéndome hacia el vacío desde tanta altura. Pero por muy cerca que veía el final de mi precipicio, nunca llegaba a él. Todo lo que había al rederor desapareció de mi vista, incluso el suelo al que me veía precipitado. Solo recuerdo ver las imágenes de toda mi vida, reproduciéndose marcha atrás a cámara rápida, mas que la velocidad de la luz. Y sin embargo, todas fueron captables.

Después de esto nada más puedo decir, solo que ahora estoy en el porche de una preciosa casa de campo, con mi mujer en la cocina y mis dos hijos jugando en el jardín. Increíblemente tal como yo imaginaba mi vida.

Ahora entiendo:
"Camina hacia tu vida" "¿Qué vida?"
¡La mía!

lunes, 10 de marzo de 2008

EL BOSQUE DE LA MUERTE


Tiempo muy atrás hasta llegar a la edad media, en unas tierras francesas se hallaba un castillo muy grande en el que gobernaba el rey Cornelio Zarajeno con la ayuda de su consejero y primo Marceliu Zarajeno. Este a más de ser el consejero real era también el ejecutador del reino, el más temido de Francia, y puedo asegurar que le gustaba mucho su trabajo. Marceliu tenia un bosque a las afueras de las tierras, en el cual quien entraba no salía jamás. Todo lo que tenía que ver con el ejecutador era temido por la población y por cualquiera, ya que su fama la ganó por sus sádicas ejecuciones, incluso muchas veces gente desaparecía y aunque no se daba a conocer públicamente todos sabían que habían sido llevados a ese bosque y así ser ejecutados de la manera que nadie quería saber ni probar. El rey aprobaba todos los trabajos sucios de su primo, pues tanto uno como el otro tenían esa fama infernal.
Un dia el rey tuvo que marchar a una batalla junto a sus caballeros y en la lucha una de las flechas le alcanzó al corazón. Tres dias después lo llevaron al castillo muerto. El ejecutador dolido por la muerte de su rey y primo decidió que lo enterraría el mismo en el bosque de la muerte bajo el árbol donde solía relajarse el rey cuando visitaba el lugar. Semanas mas tarde el ejecutador fingió su propia muerte y se ocultó en el bosque el cual creó una maldición, y todo el que entrará no encontraría la salida jamás y terminaría ejecutado al estilo de las anteriores victimas del mas oscuro y temido ejecutador de la historia del reino. Marceliu se puso su clásico traje de ejecución, el cual consistía en una túnica junto a una capa y una capucha de cuyo color esta descrito como la ausencia de todos los colores, el negro. Ocultó su rostro tras su capucha, cogió una guadaña como su arma y se hizo llamar "La Muerte".
Dos años después todo se convirtió en una terrorífica leyenda, una historia para que los niños se quedaran cerca de sus viviendas, todo estaba olvidado y todo cambiado. El trono era ocupado por el rey Clodoveo junto a su esposa y sus tres hijos de 16,15 y 14 años de edad. Un día los tres hermanos iban cabalgando por los bosques, sin ellos saberlo se acercaban al bosque de La Muerte. Estos al verlo se dirigieron hacia el como una curiosidad, fue entonces cuando un viejo leñador que se alojaba cerca del lugar les hizo pararse antes de llegar.
- No os acerquéis al bosque de La Muerte ¡Hay una maldición sobre el!- dijo en tono alarmante.
- ¿Por qué se supone que tendríamos que hacerle caso? - Contestó el mayor en tono burlarte.
El anciano les contó toda la historia, ellos se tomaron tan dicha historia como un cuento para espantar a los niños. Contada la historia este se marchó.
-¿Por qué no vamos al bosque? Tengo curiosidad por saber como es.- propuso el mediano.
-No creo que sea buena idea- replicó el menor.
- Eh, pensadlo hermanos, este bosque nos nombrará los príncipes más valientes que hayan habido en este reino- dijo el hermano mayor.
Los tres hermanos se pusieron de acuerdo y fueron al bosque.
Una vez dentro de el presenciaron como todos los árboles se secaban a su paso y el cielo se nublaba, asustados decidieron dar la vuelta y salir del lugar, pero todo había cambiado, no encontraron la salida y el paisaje interior no tenía nada que ver con el que vieron al exterior. No se rindieron y caminaron por el buscando la salida, cuando la desesperación empezaba a dominarles encontraron bajo un árbol una lápida, estos se acercaron a ella y leyeron el contenido: " Cornelio Zarajeno".
- Yo se quién es.- dijo el pequeño - Me habló de el fraile de la corte. Es el que reinaba antiguamente en este reino, me contó que era temido por toda la corte y el pueblo.
Dicho esto La Muerte se dejó ver ante ellos y estos corrieron, llegó un momento en el que se les extravió el camino a cada uno de ellos, y estos fueron cada uno por un camino diferente, solo La Muerte conocía los caminos de su bosque y es que e incluso podía cambiarlos cuando a el le apetecía, era algo mágico e inexplicable tal como lo era la maldición del lugar y la siniestridad malvada de La Muerte. Este los raptó uno a uno empezando por el pequeño y con mucha facilidad lo encerró en una mazmorra subterránea, se lo tomaba con mucha calma, pues por mucho que corrieran los otros dos hermanos no irían a ninguna parte, siempre llegarían donde al ejecutador se le antojara. Prosiguió en busca del mediano el cual intentó defenderse con sus puños, pero o le dio resultado, Marceliu no tubo mas que atizarle un fuerte golpe en la cabeza con el mango de su guadaña, seguidamente lo llevo junto a su hermano. Finalmente fue a por el mayor y este desenvainó su espada dispuesto a luchar, fue aquí cuando la vida de este acabó y comprendió antes de que la guadaña de La Muerte se incrustara en su yugular que aquello no era un hombre, pues el mismo le atravesó con su espada y este se carcajeó antes de arrebatarle la vida. Cuando ya tuvo a los tres hermanos en el calabozo, -uno de ellos muerto- lo último que se escucho de ellos fueron unos desesperantes e increíbles gritos de dolor y horror. Nunca se ha podido saber que pasaba en esa mazmorra cuando Marceliu empleaba sus malvadas ejecuciones ya que quienes lo averiguaban era lo último que sentían.
Nunca se supo de los tres hermanos ni de ese bosque, las historias de La Muerte fueron evolucionando boca tras boca, incluso llego un momento en el que se hablaba de el como una metáfora para nombrar a la muerte, la imagen del último viaje del ser humano. ¿Pero que hay del bosque maldito? sea quien sea el curiosos despistado que ose entrar en ese lugar del que no se sabe donde se halla su existencia será lo último que verá.
FIN

jueves, 6 de marzo de 2008

TENEBROSIA

S.O.S:
Siento volar bajo el agua cada vez que buceo, es una sensación única, es obvio de saber que es lo que más me gusta, pues el buceo es lo que practico en cuanto tengo tiempo libre y eso no es difícil de encontrar ya que siempre lo busco, a parte de eso incluso en ocasiones el buceo entra dentro de mi vida profesional.

Hay algo que quiero narrar, pero antes: ¿Nunca nadie se ha preguntado de donde pueden venir esas historias y películas misteriosas fantasmales y siniestras? Creo que puedo contestar a esto y por supuesto lo aré.

Todo fue aquella mañana de Agosto cuando cogí mi barco y me dirigí lejos de la costa, aún recuerdo el canto de las gaviotas y la brisa del mar, la esencia de la espuma del mar que sentí antes de sumergirme en el mar con mi traje de buceo. Disfrutaba de la compañía junto a los peces, son unos animales realmente impresionantes, lejanos a nuestro entorno de vida y a la vez tan cerca de nuestra vida, es como si viviesen en una clase de mundo diferente. Durante esas dos horas de oxigeno de las que disponía era libre del mundo terrestre, en el desafiaba la gravedad, volaba por donde me complacía junto las criaturas submarinas. Mientras disfrutaba y paseaba por tal paisaje de algas y rocas en un entorno sumergido encontré un barco que desde su momento llegó a formar parte de las profundidades. No era la primera vez que encontraba un buque sumergido, incluso en una ocasión encontré un cadáver, fué una de esas ocasiones en las que el buceo tenía un sentido profesional. Me dirigí hacia la nave para explorarla, haber si encontraba algo interesante o útil, a veces se puede encontrar herramientas de utilidad. Realmente encontré algo interesante.

Es increíble lo que sucedió, cuando entré en la cabina del capitán se produjo un temblor, lo primero que me vino en mente fue la posibilidad de que se produjera un maremoto, caso en que estaría en un gran peligro, sin embargo no sé si en ese momento hubiese preferido que fuese un maremoto al darme cuenta de lo que realmente sucedía, incluso ahora no sé que lección tomaría si me diesen a elegir, pues el barco hundido en el que me encontraba estaba dirigiéndose hacia la superficie. Me asomé a la cubierta desde la cabina del capitán contemplé esqueletos trabajando cada uno en su puesto. En ese momento la mano esquelética del capitán se apoyó en mi hombro mientras este soltaba unas maléficas y resonantes carcajadas que salían de esas mandíbulas marcadas. Tenía un ojo de cristal y en el otro lado un gusano. En cuestión de segundos en que pasase todo esto concluí desmayándome.

Cuando desperté había oscurecido completamente, yo estaba en un bote no muy lejos de la costa, no obstante no reconocía esa costa. El bote disponía de un remo, así que me dirigí hacia la orilla, no muy lejos había un faro, cosa que decidí ir a el para pedir ayuda al farero. No comprendía lo que me había pasado, no se si fué algún tipo de delirio por falta de oxigeno y me desmayé y allí he acabado, pero no tiene sentido, porqué ¿como había llegado hasta el bote? No he podido estar tantas horas inconsciente sin que fuese algo grave, y no parece que haya sido nada por el estilo. Pero en caso que nada de eso pasara significaría que es cierto lo que había visto, pero ¿Cómo es posible? Mientras pensaba todo esto a lo lejos pude ver un grupo de personas, me dirigí a paso ligero para al menos saber dónde estaba. Estos tambien se empezaron a dirigir hacia mi, pero mas rápidamente, cuando los tenía a pocos metros de mi obtuve la respuesta a mis preguntas. Eran un grupo de esqueletos con ropajes estilo punk, daban vueltas y saltos a mí alrededor mientras soltaban unas risas agudas y desesperantes. Corrí aprisa y con desesperación hacia el faro mientras corría podía observar semejantes cosas, era como estar en una atracción del terror, pero mas realista, como estar dentro de una película de hombres lobo, el paisaje de mi alrededor se trataba de arboles secos y rodeados de niebla mientras fantasmas e imágenes espectrales paseaban entre ellos y a mi alrededor, no paré ni un solo segundo de correr, aunque mientras corría pude ver el contraste en el que estaba, pues estaba corriendo por medio de un bosque cuando a pocos metros a mi derecha podía ver el horizonte del mar y la luna llena iluminar el mar. Luego giré la mirada hacía mi izquierda y podía ver en la cima de una montaña una manada de lobos aullando bajo la luz de la luna la cual los iluminaba. Así es, había dos lunas.

Llegué ante una pequeña montaña de rocas, arriba de ellas se encontraba el faro. Escalé por las rocas asta llegar arriba, una vez allí habían seres paseando como si nada por allí, digo seres porque eso no podían ser humanos, algunos tenias dos cabezas, uno medía tres metros de altura y tenía una enorme joroba, caballos con tres cuernos, un hombre sentado en un banco lanzando mosquitos muertos (e inmensos respecto al su tamaño normal) para dar de comer a los murciélagos de su alrededor y también presencié mas esqueletos andantes.

Al cruzar la puerta del faro aparecí en un oscuro y solitario bosque en el que ante mi se encontraba una gran verja y tras de ella despues de pasar su tenebroso jardín se podía contemplar una casa, o mas bien una mansión, era grandiosa. No me lo podía creer, miré tras mío y no encontré la puerta del faro, pero si una manada de lobos que se dirigían hacia mi y lo mas seguro que con la intención de devorarme. No dudé en saltar la vaya, corrí hacia la casa y aticé la puerta desesperadamente y sin pensarlo. Esta se abrió y tras ella se encontraba un mayordomo alto rígido y pálido. Durante unos pocos segundos me quedé sin habla, pero descarté la idea de volver a salir corriendo, y más por la desagradable apariencia de una persona, me parecería ofensivo, aunque después de todo lo que había visto era comprensible, de igual manera opté por quedarme y contestar.

- Perdone la molestia.- dije tartamudeando - Me perseguían unos lobos y tuve que saltar la verja.

- ¡No nos es ninguna molestia! - exclamó una voz de fondo.

Entonces apareció un extraño hombre, llevaba puesta una bata blanca, parecía un doctor, llevaba un peinado fijo y decantado, el color del cabello era negro como el carbón y llevaba puestas unas gafas redondas, parecía un doctor chiflado, aunque actuaba con normalidad, aún así no dejaba de tener cierta inquietud su apariencia. Me invitó a pasar y cedí, después de todo lo que había visto esa casa y ese extraño hombre me parecía algo normal. Entramos en una sala que por lo que se podía contemplar era una biblioteca. Le conté todo lo que había pasado. No me dijo nada, salvo que necesitaba secarme y cambiarme la ropa, pues según el llevaba puesto un extraño ropaje, y no lo discuto ya que no es muy normal llevar un traje de buzo en una casa perdida en el bosque.

Después de esto me encontraba en una habitación bastante anticuada, los muebles parecían de un palacio francés en los tiempos de los mosqueteros y la ropa que encontré dentro del armario parecía de la nobleza de los años 50 o 60. Me puse unos pantalones y una camisa cualquiera más unos zapatos. Salí de la habitación, puesto que allí no hacía nada más que preguntarme que demonios estaba haciendo yo allí. Al salir pude ver a una joven y preciosa muchacha de largos y arrizados cabellos dorados que bajaba las escaleras, su ropa a diferencia de la mía era mas actual, tenía puestos unos ceñidos pantalones vaqueros y una estrecha y corta camiseta la cual le dejaba el vientre descubierto, un verdadero contraste entre la que encontré en el armario. Yo me dispuse a seguir los pasos de la muchacha cuando no pude resistir la tentación de explorar esa mansión, pues tenía un largo pasillo a mi lado el cual estaba lleno de cuadros y armaduras. Caminé asta el final de este pasillo, esa casa era un verdadero laberinto, encontré un gran balcón o mas bien se le podría llamar terraza, me asomé por este y había una joven pareja que estaban sentados y agarrados en el borde del balcón, llevaban puesta una ropa mas antigua que la mía mas o menos debía ser del siglo IXX. La hermosa mujer de pálida piel y largos cabellos oscuros y también arrizados abrió la boca con lo que le pude detectar unos largos colmillos, esta los clavó en el cuello del joven hombre, con lo que en unos instantes este se quedó pálido e inmóvil. Corrí por el mismo pasillo hasta llegar a las mismas escaleras por las que anteriormente minutos antes había bajado por ellas la joven mujer de los cabellos dorados. Una vez abajo, empecé a escuchar un sonido harmonioso pero tenebroso el cual parecía venir de un órgano, seguí el sonido haciéndome llegar al lugar procedente y me encontré en una sala con muchos cuadros y algunas estanterías llenas de libros y objetos valiosos, toda la sala estaba iluminada por bastante cantidad de candelabros al mismo tiempo que el fuego de la chimenea. El órgano no era tan inmenso como el de las iglesias pero aún así era suficientemente grande cómo para ver al hombre el cual lo hacía sonar como una hormiga ante una silla. Se trataba de un hombre de cabellos arrizados y castaños, aparentaba unos veintitantos años de edad.

- Usted debe ser el huésped del que he oído hablar. Me dijo al levantarse y saludarme cordialmente.

Fui directo al grano y le pregunte donde demonios me encontraba, que era ese lugar, por lo que solo me dijo una palabra: “Tenebrosia” Después de ello se cubrió con su capa y seguidamente desapareció. Me quedé perplejo y salí de esa sala esta vez tranquilamente sin correr. Encontré una puerta que parecía que llevaba fuera al jardín y salí de allí, todo estaba cubierto de nieve y lápidas, si que me pareció extraño, pues hacía una hora atrás no había nieve y dudaba que se hubiese puesto a nevar de repente y sobretodo porque era Agosto, sin embargo ya no me quedaban fuerzas para sorprenderme, así que caminé sin rumbo entre todas esas lápidas. Mientras caminaba empecé a ver como en algunas tumbas salían muertos vivientes y tampoco corrí pero si continuaba con precaución y medio ocultándome entre las tumbas, también había un hombre cavando una tumba. Estaba cansado y me senté sobre una de las tumbas apoyando la espalda en la lápida y entonces cuando menos me lo esperé, un brazo salió con fuerza bajo la tierra intentando cogerme, me levanté rápidamente y pude contemplar como empezaban a salir muchos más de las tumbas que tenía a mi alrededor y entonces si corrí a gran velocidad corrí asta perderlos de vista. Ya no había nieve, ahora todo eran arboles sin hojas y caminos de tierra. A pocos metros encontré una especie de pajar o granero no sé lo que era, pero su utilidad no era para ninguna de las dos cosas. Al entrar solo sentí que todo eso debía ser una pesadilla, y quería despertar ya, el lugar en el que me metí estaba lleno de cuervos, los cuales estaban en mí alrededor. Corrí a toda prisa de nuevo, ya es lo único que podía hacer y es lo que hice asta llegar ante la casa de nuevo, había una fuente en la que se encontraba aquella mujer de dorados cabellos, ahora llevaba un vestido largo y negro. Esta era demasiado hermosa como para ignorarla como hice con el enterrador así que me dirigí a ella, ese rostro no podía tener maldad. Esta me miró extrañamente para ser una criatura de ese siniestro lugar, pues su expresión me recordaba a la mía al mirar al pianista, no decía palabra, solo me miraba y podía ver tristeza en sus ojos y yo tampoco sabía que decir ante semejante desconcierto. Finalmente le pregunte que era ese extraño lugar y expresé mi desesperación, esta durante pocos segundos no dijo nada y seguidamente se echó en mis brazos cayéndole lágrimas de desespero. Me contó que desde bastante tiempo atrás ese era ahora su hogar, no fué difícil comprender que le sucedió algo semejante a mi, y ahora ambos estamos atrapados en Tenebrosia”. Nosé el tiempo que llevo aquí pues he perdido la cuenta, pero desde entonces ella y yo hemos sido la única compañía que hemos tenido y comprendemos que eso ya será así el resto de nuestra vida, pero mi pregunta es: ¿La pasaremos en este lugar donde no cae el amanecer y esta lleno de fantasmales y extraños seres? ¿Existe algún camino de regreso? Solo espero que alguien encuentre este mensaje en la botella que tirare en este oscuro mar, con la esperanza que llegue al nuestro mundo y alguien encuentre el camino y nos ayude a volver, en caso de que no llegue al mundo de los seres humanos espero que si hay alguien en este extraño e inmenso mundo podamos encontrarnos y juntos encontrar el regreso.