jueves, 10 de abril de 2008

El Retrato

Aproveché la ausencia de mis abuelos en curiosear  su mansión. Y tal vez estoy exagerando al llamarlo así, pero lo cierto es que es una finca bastante extensa y con una casa muy grande. Ha pertenecido a la familia de mi abuelo durante muchísimas generaciones. Yo desconocía la historia de la familia y parecía un misterio del que nadie me hablaba. No obstante, a mí tampoco me parecía muy interesante por lo que nunca insistía demasiado, pensaba que no había más que historias aburridas de negocios y enlaces matrimoniales por conveniencia.

Lo que sí me cautivaba y lo sigue haciendo, es el despacho de mi abuelo. Tiene una enorme biblioteca repleta de libros de distintas épocas, muchos heredados generación tras generación y otros muchos que él mismo ha recopilado con el paso del tiempo. Me consta que ha llegado a pagar fortunas por algunos ejemplares exclusivos. Todos esos libros y objetos antiguos denotan una vida de experiencias y enriquecimiento intelectual. Éste hombre cultivado no era precisamente un hombre de aventura y acción, pero sí alguien muy sabio repleto de conocimientos y cultura. Mi abuelo es un historiador y escritor muy reconocido. También ha financiado proyectos arqueológicos importantes e incluso a participado activamente en algunos de ellos. Además también ha ejercido como profesor en una universidad en la que creo que él mismo tuvo que ver en su formación. Gran parte de su vida la ha dedicado al estudio y la filantropía, pero sobretodo siempre ha dedicado tiempo a su familia, es decir a nosotros, por lo menos a mí desde que era bien pequeño, siempre me ha contado historia de la historia de manera muy interesante, como si fueran cuentos que yo siempre escuchaba entusiasmado. Ha compartido conmigo muchas experiencias personales de expediciones que hizo, me ha enseñado objetos extraños, contado curiosidades, etc. Siempre me ha inculcado un gran interés por las cosas que nos rodean y me ha sabido ilustrar, pero yo aspiro más a la historia inventada, y cuando sea mayor, me gustaría crearlas para que se vieran en el cine. Siempre he tenido muchísima imaginación.

Y por eso al verme sólo en el despacho de mí abuelo, decidí mover cada uno de los libros de aquella magnífica biblioteca, esperando encontrar una puerta secreta que me llevara... no sé a dónde, pero a algún lugar emocionante. Decidí empezar por los estantes de arriba, así que me subí por una de esas típicas escaleras de madera que hay en las bibliotecas antiguas. Me entró algo de vértigo al principio, pero ya estaba acostumbrado. Claro que no encontré ninguna sala secreta, ni siquiera lo esperaba realmente. Pero sí encontré algo. Estaba detrás de un libro en uno de los estantes más altos, me llamó especialmente la atención por el título; Treasure Island for Robert Louis Stevenson (La isla del tesoro por Robert Louis Stevenson). No era nada extraordinario para mí, conocía muy bien esa obra, no tanto por la literatura, pero si por diversas adaptaciones cinematográficas. Pero teniendo en cuenta que buscaba “aventura”, me pareció el más apropiado para ese fin. Además cabe destacar que parecía una edición muy antigua y por eso me llamó tanto la atención. Si no fuera porque sé que la primera publicación de dicha obra fue por entregas, pensaría que se trataba de una primera edición.

Entonces tal como mencionaba, detrás de este libro parecía haber algo envuelto en una tela marrón y envejecida. Se trataba de un diario viejo con las páginas amarillentas y tinta desgastada. 

Bajé de la escalera y me acomodé en uno de los butacones de piel. Creí reconocer la letra de mi abuelo, y aunque sé que no está bien, lo leí: