jueves, 13 de marzo de 2008


EL CAMPANARIO

Caminaba por las calles de mi pueblo, el silencio sobrehumano existente a media noche, hacía sentirme libre de mis rutinas diarias. Por eso, todos los viernes salía a pasear cuando ya todos dormían . Dichas calles eran estrechas y los edificios de piedra. Paseándo entre ellas, podía escuchar como mis pasos se mezclaban en un intenso eco y entre una agradable calma nocturna.

En una de esas calles se encuentra el campanario, un edificio de algúna epoca muy antigua, creo que entre el siglo XVII y XIX. Yo solía sentarme en las escaleras que conducían a la puerta del edifício. Allí encontraba el silencio de la noche, un silencio profundo e ideal para meditar y escapar de la monotonía diária.
No hay mucho de que hablar sobre mi vida, mi trabajo consiste en estar todo el día en la recepción de un hospital. Y los fines de semana, los paso a solas en mi casa, o con mi moto visitando pueblos desconocidos.

No tengo familia, solo un gato y un loro, y se que parece extraño pero el gato nunca ha intentado atacarle. Mi madre falleció nada más acabar yo los estudios, desde entonces vivo solo con mis mascotas. He pensado muchas veces en formar una familia, o por lo menos tener algo parecido a una compañera sentimental, pero no se ha presentado la ocasión. Tal vez soy demasiado tímido.
Mientras pensaba e imaginaba mi vida de otra manera, sentado en las escaleras anteriormente comentadas, unos ligeros golpes interrumpiéron el silencio de la noche. Sonaban a mis espaldas, sincronizando con los segundos. Cada golpe sonaba más y más cerca. A los pocos segundos algo envistió suavemente contra mi espalda. Era una pelota de goma que había bajado botando desde la puerta del campanario, la cual estaba abierta. Eso era algo muy extraño, pues nunca antes lo había estado, y puedo asegurar que todos los viernes a esa misma hora, yo estaba allí, sentado ante la puerta.

No pude resistir la tentación a entrar, pues durante mucho tiempo sentí curiosidad por saber cómo era el edificio por dentro. Así pues, subí las escaleras bajo esa tela negra repleta de estrellas, que me arropaban en esa calurosa y agradable noche.
Paso a paso, subí esos escalones uno a uno, hasta llegar a la entrada de ese inquietante y familiar lugar, que en todas esas noches, fue la única compañía que me ayudaba a escapar de esa vida repetitiva y sin sentido.

Me planté ante la puerta, estaba abierta de par en par. Me quedé contemplando la entrada con la pelota en la mano. Entonces una ráfaga de viento poseyó la noche y cubrió mi cuerpo, las estrellas fueron cubiertas por grandes nubes, las cuales, tardaron segundos en hechar una fuerte lluvia de tempestad. El cambio de tiempo fué radical, ya que apenas unos segundos antes, la noche estaba completamente libre de nuves, y la temperatura era cálida.

No tube más remedio que entrar y refugiarme hasta que pasara la tormenta. El edificio parecía iluminado por velas y antorchas. Asi que una vez dentro, cerré la puerta para evitar que el viento apagara las llamas, no me apetecía quedarme a oscuras en un lugar desconocido e inquietante.

Me adentré en la sala, no era muy grande, aunque sí espaciosa. Tenia los elementos básicos de una iglésia, o mejor dicho, casi todos los elemntos básicos. Pues carecía de imágenes religiosas.

Caminaba por el pasillo central que dirigía al altar, contemplaba el lugar con mucha curiosidad, pero al mismo tiempo sentía una enorme inquietud. Tengo que reconocer que estaba asustado. Por mucho que llamara a quien pudiera encontrarse allí, nadie daba señales de vida, parecía que yo era el único hospedante en esa extraña iglésia.

Cuando llegué al altar, encontré un libro grande y con tapa de piél, parecía un típico libro con contenidos evangélicos, aunque solo me paré a leer la portada:

"Camina hacia tu vida"
"¿Qué vida?" pensé yo.

Dejé el libro y me dirigí a las escaleras que habían al fondo del altar, supuse que eran las escaleras que conducían al campanario. Mi intención era subir, sin embargo no lo hice decididamente, porqué el pasillo estaba completamente oscuro. Así que cogí uno de los candelabros del altar y subí por esas escaleras de caracol, sosteniendo el candelabro en una mano y la pelota en la otra.

Durante el trayecto, contemplé extraños cuadros que colgaban en las pareces, sus contenidos reflejaban imágenes de la vida que yo añoraba. Eran realmente extraños, dificil de describir, o mejor dicho, de entender. Era como si alguien hubiese extraído las imagenes de mi mente, y las hubiera retratado en óleo. La incertidumbre me hacechó, y el camino a la campana parecía no acabar nunca, así que pensé en dar media vuelta y salir de allí, dispuesto a someterme a la tormenta. Pero no lo hice, era tanta la curiosidad que sentía que nada podía hacerme cambiar de opinión.

Por fin llegué a lo alto de campanario. Me situé bajo la campana, me acerqué al ventanal y me asomé al exterior. Las vistas eran impresionantes, era tanto el bienestar que sentía que tardé en percatarme de algo. La tormenta había desaparecido, hacía apenas unos minutos que había empezado. Y lo mas extraño, lo que más me inquietó fue que no había rastro de ella.

Era imposible que el cielo estuviera lleno de estrellas, que en las calles no quedara rastro del agua que yo mismo había visto caer, la misma que me había empujado ha entrar en la supuesta iglésia.
Entonces, dispuesto ha abandonar inmediatamente aquel terrorífico y extraño lugar, la campana que estaba sobre mi, se iluminó desproporcionadamente. No comprendía cómo podía iluminarse de ese modo, aunque ya no podía comprender nada.

Comprobé las velas del candelabro que yo sostenía, pero era imposible que fueran las causantes de tremendo reflejo, y entonces me di cuenta, y el terror conquistó mi ser. Era la pelota de goma la que me había empujado hasta allí. Ahora ésta, desprendía una fuerte luz y cegadora. Me quedé inmóvil, y sin saber que hacer. Pocos segundos más tarde la campana comenzó a sonar, causándome fuertes zumbidos en mis oídos. Pero la campana estaba completamente inmóvil, no mostraba funcionamiénto alguno.

La pelota saltó de mi mano repentinamente con toda esa luz resplandeciénte. Flotando en el aire, lanzó fuertes rayos de luz contra mí. No me hicieron daño alguno, pero cubriéron todo mi cuerpo, y me hicieron flotar a mi también. El corazón me latió a mas velocidad de la que ya me latía.

Y todavía me pudo latir más, cuándo aquella luz, en contra de mi voluntad, me empujaba hacia la ventana apunto de arrojarme. Mi garganta soltó un fuerte grito pero de nada sirvió, yo ya estaba rompiendo el aire, dirigiéndome hacia el vacío desde tanta altura. Pero por muy cerca que veía el final de mi precipicio, nunca llegaba a él. Todo lo que había al rederor desapareció de mi vista, incluso el suelo al que me veía precipitado. Solo recuerdo ver las imágenes de toda mi vida, reproduciéndose marcha atrás a cámara rápida, mas que la velocidad de la luz. Y sin embargo, todas fueron captables.

Después de esto nada más puedo decir, solo que ahora estoy en el porche de una preciosa casa de campo, con mi mujer en la cocina y mis dos hijos jugando en el jardín. Increíblemente tal como yo imaginaba mi vida.

Ahora entiendo:
"Camina hacia tu vida" "¿Qué vida?"
¡La mía!

1 comentario:

Hyban Draco dijo...

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